Escrito por @chauzapan
Me acuerdo de una charla que tuve con mi terapeuta cuando recién me enteraba que estaba embarazada.
Le decía que yo no quería sonar desagradecida, pero que la noticia había sido tan repentina que a veces me sentía muy abrumada y desesperada, que por momentos sentía enojo y no estaba segura de estar preparada.
Él me contesto que estaba haciendo un duelo.
– ¿Cómo un duelo? Si no se murió nadie.
– Te estas despidiendo de la persona que sos hoy para convertirte en la mamá que vas a ser en unos meses.
Entender que hasta acá soy yo y ahora somos nosotras me ilusionaba y me aterrorizaba a la vez. ¿Todo iba a cambiar? Mis gustos, mis tiempos, mi trabajo, mis ganas, mi pareja.
La respuesta era que si y eso era lo que mas miedo me daba.
Lo que no sabia es lo que había del otro lado.
Ahora lo se. Escribo esto con mi hija gateando a mi alrededor y pegándole al teclado en cada vuelta. Es agotador.
Pero lo que había del otro lado era el amor mas inmenso que no podía dimensionar hasta que ella llego.
Tuve que hacer un duelo de la mujer que era antes de que ella llegue pero nunca contemplé que iba a nacer una nueva yo. La yo mamá. Más paciente, más creativa, mas guerrera. Nunca había sentido que podía con todo hasta que ella salió de adentro mío y me hizo sentir la mujer maravilla. Hoy un año después a veces me vuelvo a encontrar con la que era antes y la valoro mas, la abrazo y le digo:
– Acá estabas loca! Te extrañe.
Me pidieron que escriba sobre transiciones, así fue un poco la mía con miedos y valentía, con angustia y alegría. Creo que con un poco de todo, así como la vida.